lunes, 29 de junio de 2009

Freud en Aguascalientes

Por Guillermo Sánchez Cortés


El creador del Psicoanálisis nunca puso un pie en tierras mexicanas, aunque en su colección de figuras de barro que recorrió el mundo hace años, existen varias piezas del período precolombino pertenecientes a esta región del mundo, lo que demostraba su interés y pasión por la cultura de los antepasados y sobretodo por temas que después retrataría de manera muy acertada acerca de los totems y los mitos.

Su obra, por el contrario, llegó hace muchos años a nuestro país para quedarse.

Hasta donde se conoce, la llegada de la teorías de Freud a México se puede ubicar a finales de la década de los años treinta del siglo pasado, cuando en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional se impartían conferencias y seminarios de la obra freudiana por parte de profesores de esa escuela, entre los que se puede nombrar a Guillermo Dávila, Raúl González Enríquez y a Alfonso Millán.

Sabemos que los primeros psicoanalistas mexicanos salieron del país a formarse, término utilizado para designar la preparación que se requeriría según Freud para ejercer el psicoanálisis. Unos a New York y otros a Buenos Aires y otros más lo hicieron aquí en México cuando Erich Fromm, llegó procedente de los EE.UU. alrededor de 1950.

En el caso especifico de Aguascalientes, las ideas de Freud, llegaron hace menos tiempo pero hoy aún perduran gracias a importantes esfuerzos colectivos e individuales de quienes se dedican al ejercicio y al impulso del psicoanálisis; ya sea ofreciendo atención psicoanalítica a quien lo solicita o impartiendo seminarios de las diversas problemáticas que encierra la teoría freudiana y de sus seguidores, tanto en las aulas universitarias como en espacios particulares.

Uno de los mayores logros de Freud lo fue sin duda su propuesta terapéutica, la cual fue puliendo a medida que su práctica cotidiana le permitía sistematizar su experiencia, dando como resultado una evolución del “método psicoanalítico”, el cual atravesó desde la hipnosis en sus inicios, pasando después por la “presión sobre la frente” del paciente y “pases” trazando una cruz imaginaria sobre el abdomen de los sufrientes hasta arribar a la asociación libre de ideas, que sería algo así como: “Diga usted lo que esté pensando; así, tal cual le venga a la mente, sin enjuiciarlo…..”.

Además, en sus inicios, previos al descubrimiento del psicoanálisis, recomendaba el tratamiento a base de reposo, de aguas termales, de instrucciones u órdenes de tipo moral y hasta la faradización o aplicación de electricidad en los casos en que nada funcionaba.

El maestro José Perrés Hamaui en su curso de 1987 en el Círculo Psicoanalítico Mexicano, ubicado por la calle Odontología por aquellos años, nos indicaba la importancia de seguir paso a paso la evolución del método psicoanalítico; a sus alumnos nos confiaba fotocopias, que aún conservo, de un libro suyo que posteriormente viera luz sobre este tema.

Una de las cosas más originales de la propuesta freudiana lo constituye el hecho de que otorga cada vez más un lugar fundamental a la palabra; hastq que se inclina a utilizar única y exclusivamente el poder de la palabra, sin el acompañamiento de algún otro auxiliar terapéutico, o medicamentoso en sus tratamientos.

La propuesta del psicoanálisis, ridiculizada en muchas películas, va mucho más allá de esos y otros estereotipos. Un psicoanalista está para escuchar el sufrimiento de las personas que se acercan con sus dudas o dilemas, con sus tristezas, con su desesperación, pero sobretodo presta su escucha a aquellos que desean afrontar su sufrimiento.

Después de más de 100 años de existir el psicoanálisis proclama que básicamente está de acuerdo con que la gente sufra con lo que hace sufrir a todo mundo, eso es algo consustancial a la naturaleza humana, pero no comparte la idea de sufrir en razón a la miseria que le impone la cultura y sus prohibiciones. Por eso sigue siendo una práctica revolucionaria contraria a otras prácticas normalizadoras que pretenden devolver un cierto equilibrio tranquilizador a los pacientes.

Habría que afirmar que incluso otras propuestas terapéuticas consideradas como “muy actuales y modernas” por parte de sus impulsores, tienen sus orígenes en el Psicoanálisis, ya que algunos de ellos abrazaron inicialmente la causa freudiana, como es el caso de la Gestalt impulsada por Fritz Perls quien finca también su intervención con los pacientes en base a la palabra, aunque al final, su estrategia terapéutica estriba en el poder de la “sugestión”.


Por antigüedad y eficacia el Psicoanálisis en México, en Aguascalientes y en el mundo tiene ganado el “derecho de piso” para ofertar su opción frente al sufrimiento psíquico de los individuos y las críticas que a menudo se le endosan pretendiendo desaparecerlo del mapa provienen en su mayoría de las veces de personas carentes de ética que argumentan poseer un saber “científico” que, según ellos, ha rebasado o modernizado las “deficiencias” del Psicoanálisis.

Sería deseable poder conocer y contrastar con la propuesta psicoanalítica las nuevas terapias llamadas “alternativas”. Sin duda una discusión de corte académico y clínico-práctico sería provechosa. Lo que no se puede permitir es que desde la trinchera de un cargo público o desde la oficina de una universidad haya quien argumente la necesidad de luchar contra la “pedagogía negra” y otras sandeces con las que atacan a la propuesta de Freud.

Desde su nido de intereses pretenden apropiarse a como de lugar de la atención del sufrimiento psíquico; desean una exclusividad, no toleran la existencia de otros y si bien es cierto que pretenden borrar de la curricula de sus universidades un conocimiento mínimo de la obra psicoanalítica y que desde los centros de atención pública de salud mental que coordinan quieren imponer unilateralmente una forma de clínica, no pueden evitar que sus pacientes, que, cabe aclarar, no son clientes, se resisten a su cura en muchísimos casos.



Abramos el debate y hablemos de nuestras diferencias como se ha hecho con anterioridad con la Psiquiatría, con quien por cierto se ha logrado establecer límites de acción y se han alcanzado resultados que parten del respeto a las diferencias y alcances de cada propuesta.

En Aguascalientes me tocó conocer al Dr. Abel Jiménez Armas, médico angiólogo, quien me confió que durante sus estudios en Paris, se hospedó en el cuarto que muchos años antes ocupara el Dr. Sigmund Freud en el Hospital de la Salpetriere cuando el médico vienes acudió a ese nosocomio en búsqueda de ahondar en su especialidad como fisiólogo y donde vivió una experiencia al presenciar la atención de la enfermedad conocida como histeria, lo cual tendría una gran influencia para su futuro y para el del Psicoanálisis.

Quién diría, que chiquito es el mundo, a lo mejor es lo más cerca que ha estado alguien en Aguascalientes del creador del psicoanálisis, bueno al menos físicamente.

domingo, 28 de junio de 2009

Presentación

En mi caminar de más de 25 años por el mundo del psicoanálisis me ha tocado vivir grandes y gratificantes experiencias; he tenido además la oportunidad de acudir a muchos seminarios, congresos y cursos; unos dentro del programa de formación del Círculo Psicoanalítico Mexicano, otros en el Centro de Estudios Psicoanalíticos Mexicanos y en algunos casos en eventos convocados por otras instituciones o por analistas en lo particular. En el caso de las dos instituciones mencionadas lo hice cuando vivía en el D.F. o cuando acudía a realizar mi proceso de formación.

En todos estos encuentros conocí a grandes maestros y a muy buenos compañeros, pero sobretodo también en estos años he tenido la oportunidad de vivir la experiencia más enriquecedora de mi vida: mis dos procesos de análisis, cada uno en distinta época y momento.

Este recorrido se vio interrumpido algunos años por motivos familiares y de salud, pero mi deseo por continuar me llevó a reanudar y obtener el grado de Psicoanalista en CEPSIMAC, grado que si bien no otorga nada a nivel oficial, brinda la satisfacción de obtener un reconocimiento por los pares y maestros con los que uno compartió un tiempo trabajando las diferentes problemáticas teóricas, además me ha dado la posibilidad y el empuje para establecer desde entonces mi práctica clínica y docente. Por otra parte, a mi me convence la idea de que el proceso de formación de un analista jamás termina.

En todos estos años he ido adentrándome y conociendo los distintos desarrollos teóricos y he podido establecer contacto con colegas de otros lugares del mundo, especialmente en Argentina, país que me impresiona por su historia y desarrollo dentro del mundo del Psicoanálisis.

En este blog espero compartir algunas de mis vivencias desde los primeros seminarios a los que acudí en Monterrey con el maestro David Ayala en 1984 en la UANL, mis años en el Círculo Psicoanalítico en el D.F., mi estancia en Aguascalientes en donde finalmente consolidé mi práctica clínica y tan buenos recuerdos y amigos me brindó, hasta los magníficos espacios y seminarios que la tecnología me ha permitido acceder a través de Internet.

Espero que este contacto que hoy establezco con quienes lo lean permita compartir y recibir opiniones sobre Psicoanálisis, y si alguien desea colaborar con algún texto, el cual obviamente incluirá el nombre de su autor, les aseguro que será bienvenido.

Muchas gracias por detenerse a leer estas líneas.

sábado, 27 de junio de 2009

Recomendaciones

Desde hace algunos años he seguido la pista de Sergio Rodríguez y de su trabajo. Analista de amplia trayectoria, coordinador de varios esfuerzos a nivel editorial, en radio y en medios impresos; Sergio se distingue desde mi punto de vista por ser un analista con mucha experiencia y con una facilidad enorme para transmitir sus ideas y las de grandes autores del psicoanálisis, de igual manera debo reconocer su bondad al compartirme su obra y por el envío de algunos de sus libros.

En esta ocasión recomiendo un espacio denominado "Psyche-Navegante" http://www.psyche-navegante.com/_2004/index.asp

Incluyo en este espacio el artículo aparecido en el número más reciente de Psyche-Navegante titulado "Los dos tiempos de Camila"
Sergio Rodríguez ha publicado entre otras cosas:

"En la trastienda de los análisis". Ed. Letra Viva 4 vols.

y en colaboración con Ricardo Estacolchic:

"Pollerudos. Destinos de la sexualidad masculina". Ed La Flor
"Escenas, causas y razones de la vida erótica".Ed. Letra Viva

Los dos tiempos de Camila

Número 87 / Junio de 2009
www.psyche-navegante.com
autores@psyche-navegante.com
Silvia Sisto y Sergio Rodríguez

Lo que sigue es el relato sobre un aspecto de nuestra intervención como psicoanalistas en el marco del trabajo de ASE (Acción Social Ecuménica) por invitación del Pastor Protestante Sabino Ayala –de la Iglesia Evangélica Alemana del Río de la Plata- y la Licenciada Griselda Knodel Coordinadora del Área de Salud Mental de dicho espacio, en una villa del conurbano bonaerense.

Camila. Otro escalón fue posible
Por Sergio Rodríguez


Segura, inteligente, vivaz. Una de las manos derechas del Pastor. La otra, es Nerea, la hermana de Camila. Camila no es alta, tampoco baja. Siendo mujer, estatura media, límite inferior. Tez cetrina, rostro bonito, iluminado siempre por una linda sonrisa.
Ni bien se enteró que la Parroquia llevaría un psicoanalista, pidió ir a verlo. Una vez por semana, cerca de un año. Se sentía triste. No le gustaban las cosas que pasaban en su casa. Ella, Nerea y tres hermanas más, dormían en una de las habitaciones. Otras tres, en una más chiquita y las otras dos en el comedor. La hermana mayor hacía dos años que vivía con el novio y su bebé. Sí, son once hermanas. En el dormitorio matrimonial, los padres. Ahí estaba el problema. Con las hermanas se llevaba más o menos bien. En verdad casi no se relacionaba, ni siquiera con Nerea, con la que trabajaban casi todos los días juntas en la Parroquia y en las cosas de la Villa. Pero, mucho no se daban.
Se ponía muy mal, por como el padre trataba a la madre. Siempre la maltrataba, a veces hasta le pegaba. Y la madre no se refugiaba en ella. Más bien, se iba a la casilla de la hermana. Es cierto que Camila siempre fue muy independiente y anduvo por las suyas. Pero sufría cuando el padre le pegaba a la madre. Una vez se interpuso y se golpearon fiero. Desde entonces, no se hablan. Un eterno silencio tenso entre los dos. Ella lo sufre, pero… no le importa. Cuando él entra, ni lo mira. Y trata de estar lo menos posible en la casa. Reparte su día en trabajar en un centro comunitario como maestra (aunque aún no lo es), ayuda con los deberes, y por la tarde en la Parroquia con los chicos de la villa.
Andando el análisis, aparecieron dos amorcitos. Uno, un muchacho que la persigue hace mucho, el Toni. Buen muchacho. Es albañil, medio oficial ayudante, y pintor de paredes. Cuando no changuea con uno de los oficios, changuea con el otro. Es bueno y trabajador. Pero curte Paco, a veces, con Quique. Es cierto que no lo hace todos los días y menos todo el día. Sólo el fin de semana. Pero ella sabe, así empiezan. Un fin de semana fue a una actividad de la Iglesia en Ezeiza y conoció a un muchacho que vive en una villa de Monte Chingolo. Está terminando una escuela técnica y dice que piensa seguir. Tiene un auto, y la llevaba a pasear en él. Claro, viven lejos y eso es un lío. Pero los fines de semana se encontraban en Constitución, es un lugar que resulta intermedio. Pero duró poco, la distancia era mucha y el entusiasmo no tanto.
Las conversaciones se fueron orientando a su deseo de dejar de seguir viviendo en la villa y orientarse hacia un estudio universitario. Tenía 18 años y había terminado bien la secundaria. Pero… ¿dejar sola a su mamá? ¿Y sus hermanas? ¿A dónde ir? Primero pensó en hacer el profesorado de matemáticas. Al analista, mucho no lo convencía. No le parecía que sus deseos tuvieran que ver con una “exacta” y tampoco con andar dando clases. Más bien, era su rebusque actual. Pero, como corresponde, se calló. Y ella siguió sus asociaciones. En el curso de las sesiones en el “aula” de la Parroquia, apareció un sueño repetitivo que hacía mucho la perseguía despertándola con angustia. Breve. En distintos lugares, con algún detalle diferente, pero siempre lo mismo: subía una escalera, había gente atrás, y no podía llegar al final… El sueño se cortaba dejándola sumida en la angustia. Mientras, seguía barajando posibilidades. Apareció abogacía, pero no sabía por qué, pero algo de esa carrera no le cerraba. ¿Merecían ser defendidos, muchos que conocía? Sabía que hacían lo que hacían, en buena medida por cómo vivían. Pero otros que vivían así también, no caían en hacer esas cosas. Trabajaban y se las arreglaban como podían. No todos eran iguales. Si se recibía de abogada, ¿iba a defender delincuentes? No le cuadraba. Hubo una exposición sobre carreras universitarias en La Rural. Fue con una amiga y uno de los estudiantes de teología. Se pasó muchas horas recorriendo las diferentes muestras y escuchó atentamente las explicaciones. A la sesión siguiente vino radiante. Había descubierto qué quería estudiar. Sería Trabajadora Social, no sabía explicar bien por qué, pero sintió que esa carrera le cuadraba. Siguió el análisis un tiempo. ¿Cómo hacer para irse a vivir a otro lugar?, ¿qué hacer con tal o cual muchacho que la buscaba? El analista sabía que el año que viene no volvería, el cuerpo ya no le daba. Decidió avisárselo con cierto tiempo a Camila. Fue también material de trabajo. Ninguno de los dos era demasiado afecto a las despedidas. Cerca de la última sesión, unas pocas antes, Camila “le” trajo un sueño, pero esta vez sonriente: Volvía a la escalera de otros sueños y comenzaba a subirla. Esta vez, nadie quedaba atrás y pudo llegar hasta el final de la escalera. Se miraron cómplices. Como Trabajadora Social, saldría de la Villa, pero sin olvidarse de los que quedaban atrás. Trabajaría de ocuparse por tratar que Otro lugar fuese posible para ellos.
En la fiesta de fin de año de la Parroquia, se despidieron analista y analizante con una sonrisa, pero no sin un dejo de tristeza. Por Silvia, la analista que siguió trabajando con ella, me enteré después que Camila se había ido a vivir con una amiga y había empezado el CBC.

Camila lava con lágrimas su tristeza
Por Silvia Sisto

Morocha de ojos negros, sonrisa amplia, fresca, 19 añitos. Cuando me incorporo al trabajo, Camila ya había estado en tratamiento con Sergio todo ese año. Acepta el pasaje sin problemas…está bien…si Sergio dice…
Cada sesión preguntaba por él…lo extrañaba. Yo le hacía llegar sus saludos. Fuimos charlando y reconstruyendo lo recorrido con Sergio. La salita de arriba de la parroquia. Era un poco fría aunque cálida a la vez… cuestión de balancear…alguna merienda antes, compartida con los chicos en la cocina, era reconfortante para ambas.
Cierto día Camila cuenta un sueño. Ella está con su amigo Rubén (el que se iba a Alemania becado y justo, justo antes, se va a pasear al río, se tira de cabeza y se mata. Rubén era un pibe de la villa que había logrado este premio. Una beca para estudiar allá… lo que pudimos ubicar como un acto fallido terminó con su plan y con su vida).
Bueno, en el sueño él miraba como ella subía una escalera.
Camila llora, lo extraña y siente mucho dolor. Si a ella algo le cuesta es subir, salir, ir a estudiar o trabajar fuera de la villa.
“Es que es difícil salir solo dejando a los otros abajo…mirando.”
La interpretación del sueño y el trabajo en la parroquia hacen que Camila luzca su bella sonrisa, la tristeza empieza a correrse de su mirada, hay proyectos. Empieza a estudiar en la universidad. Pero hay una materia que le cuesta, no logra entender de qué hablan. Es interpretación de textos y ella es lectora pero no entiende y empieza angustiarse. Es ahí que le propongo que traiga el material a ver de qué se trata y resulta que era el texto de Darwin sobre la Selección natural de las especies.
Claro…los más fuertes son los que sobrevivirán, los que mejor se adapten al medio y puedan mutar de acuerdo a los cambios. Camila abre sus enormes ojos. -Es lógico que no entendieras. De alguna manera se trata de lo que pasa en la villa, de lo que te pasa, de Rubén que no pudo subir las escaleras.
Camila lloró y nuevamente lavó su tristeza.
Hace poco se fue de su casa a vivir con unas amigas. Consiguió un trabajo como docente y…volverá a estudiar…tal vez.

Pidiendo permiso al Sr. Rorschach

Por Guillermo Sánchez

En las escuelas de psicología que he conocido, incluyendo en la que estudie y en las que he impartido clases, uno se encuentra siempre con docentes convencidos de que la aplicación de ciertos instrumentos psicométricos o proyectivos les permitirá obtener un diagnóstico certero de los aplicantes; creen que el secreto para llegar de manera más precisa a estos indicadores radica en incrementar la práctica y ganar así la experiencia que se requiere para ello. Incluso uno llega a percibir que hay quienes defienden a ultranza el grado de cientificidad de estos instrumentos y que a dicha práctica de evaluación pretenden elevarla casi a la categoría de arte.

A la pregunta obligada de ¿qué van a hacer después con ese diagnóstico?, estos mismos maestros rara vez atinan una respuesta convincente; desde su óptica, ellos son todos unos expertos en decir qué cosa le pasa o padece tal o cual persona, aunque, posteriormente eso no les dé una ruta o estrategia terapéutica, la mayor parte de las veces ese no es su objetivo, lo suyo es conocer por conocer.

Acepto que las instituciones que imparten justicia, las de salud mental, algunas educativas y también muchas empresas otorgan a esos resultados y a las interpretaciones de estos estudios y/o diagnósticos emitidos validez para tomar decisiones respecto de las personas así evaluadas, es para todas ellas algo constante en que apoyar sus decisiones.

Pero hacer extensiva está práctica diagnóstica a la psicoterapia como un requisito infaltable para planear la misma creo que es una exageración.

A la pregunta ¿En qué va a cambiar tu manera de hacer terapia lo que te digan las mil y una manchas de un examen? Los entusiastas de los tests por lo regular contestan siempre con algo evasivo, me atrevería a decir que la mayor parte de las veces sus respuestas son confusas y denotan una falta de claridad.

Cabe también resaltar aunque sea de paso otra actividad igualmente sobrevalorada y conocida como “Devolución de resultados”; de la misma manera que en el psicodiagnóstico, este reporte interpretativo que se le da a los padres o a los que solicitan estos estudios llega a parecer que es un fin en si mismo más que un simple despliegue de habilidades para decirle a alguien algo de otro. Algo que por lo general en el caso de un paciente o a la madre de un paciente no le interesa mas que como una parte de un todo, como lo que está previo a una solución. ¿Qué se va a hacer? Valdría la pena preguntarse hasta dónde ese psicodiagnóstico agrega un valor al tratamiento del sufrimiento de ese paciente.

Por el contrario me he llevado cada desagradable sorpresas cuando he recibido casos como el de una madre que me decía: “El doctor fulano me dijo que yo tengo la culpa del amaneramiento de mi hijo porque he sido una mala madre, una madre castrante, dice que eso dice el dibujo que de mi elaboró mi hijo. “¿Dígame qué hice mal?”

Pues bien estos especialistas del mundo de las pruebas nunca se preguntan si acaso existe otra forma de hacer un diagnóstico, o desde qué otra forma y lugar se puede realizar el mismo, y peor aún si hay alguna consecuencia de este acto o de su famosa devolución de resultados.

Repito que entiendo la necesidad de algunos en hacerse pasar por científicos del comportamiento humano y por ofrecer herramientas “reconocidas a nivel mundial” pero sobretodo son los mismos que repiten con aire de sabiduría y a la vez como una forma de toma de distancia y responsabilidad: “estos estudios seguramente arrojarían los mismos resultados si se los aplicaran en cualquier lugar del mundo” ¿Y? En definitiva llego a la conclusión de que a la práctica psicoanalítica la separa una gran distancia de las diversas terapias psicológicas que basan su éxito en este inicio diagnóstico.

Hace unos días acudí a una entrevista informativa acerca de una propuesta de formación para terapeutas de niños y adolescentes. Esa propuesta hecha por un organismo gubernamental es a nivel de maestría y me aseguraban que tiene el reconocimiento necesario para que los egresados sean aceptados por otras instancias educativas o de atención de pacientes, en pocas palabras los que se sometieran a ese programa de preparación tendrían asegurado un lugar como terapeutas reconocidos en la comunidad.

La entrevista la realice como alguien interesado en conocer más detalles de dicho programa. El primer paso o requisito a cubrir me indicó la persona que me atendió era que el interesado debe dedicarse de tiempo completo a la maestría la cual consta de seminarios teóricos, prácticas y algunos otros requisitos; eso se traduce en al menos ocho horas al día durante seis semestres; aunque podrían contemplarse otras modalidades de medio tiempo siempre y cuando el candidato cubriera los demás requisitos en su práctica privada.

Mi primera impresión era que este proyecto no es otra cosa que una forma de asegurarse personal por parte de esa institución para que los 12 “residentes” presten, mediante sus prácticas, la atención a los niños y jóvenes que acuden a dicho centro oficial.

Como decía, el programa cuenta con una serie de materias teóricas y un programa de prácticas tanto en la cámara de Gesell como bajo la supervisión de manera directa de parte de un “profesional” con amplia experiencia.

Los otros requisitos del programa son que durante el tiempo que dure la maestría el residente debe acudir a terapia con un analista propuesto por la misma institución, porque según sus propias palabras: “Tenemos una orientación psicoanalítica muy fuerte”, inmediatamente me vino a la memoria un recuerdo de hace más de veinte años en el D.F. donde en el Círculo Psicoanalítico Mexicano como requisito de admisión era obligatorio entrar a partir del tercer semestre a psicoanálisis con un analista de una lista que la institución igual proporcionaba.

Decía la entrevistadora: “Debe ser por fuerza un nuevo análisis”, de nada servía si uno contara en su historia personal con algunos años de análisis o incluso con dos procesos analíticos en momentos diferentes de la vida. “El trabajo con niños despierta otras emociones” aseguraba reforzando el requisito.

Dentro del programa teórico había materias tales como teoría de la entrevista, psicopatología, psicodiagnóstico, terapia breve y otras más, pero sobretodo llamaba la atención el “altar” levantado al Sr. Rorschach, requisito ineludible para poder realizar los acertados psicodiagnósticos que los casos ameritaban.

A estas alturas me imaginaba a Freud pidiéndole permiso al Dr. Herman Rorschach para atender a “Juanito” o para mayor precisión esperando que las famosas manchas proyectivas vieran la luz allá por 1920 para pedirle al padre del menor que le aplicara tan afamado test y realizará un diagnóstico.

No cabe duda que el mundo de la atención al sufrimiento psíquico en nuestro país sigue estando al revés y en manos muy certificadas pero no muy preparadas.